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Memorias del Pasado, Memorias del Futuro: Semiótica y el Tarot

Original escrito en inglés por Inna Semetsky, publicado en la revista Applied Semiotics / Sémiotique Appliquée, n° 13, 2003, disponible online en: http://french.chass.utoronto.ca/as-sa/ASSA-No13/Article6en.html

Traducción realizada por Nicolás Boqué


Introducción

El campo de los fenómenos de la comunicación, como parte de la tipología de las culturas, requiere la identificación de sistemas semióticos específicos que representen sus "lenguajes". Así puede verse a la cultura como una serie de textos descriptos por la memoria colectiva (Lotman 1990).

Sin embargo, la expresión en el título de este artículo, memorias del futuro, parece una contradicción. Para resolver esa paradoja este artículo abordará un pictorial específico: el lenguaje extra-lingüístico que se expresa en los signos y símbolos del Tarot. Las imágenes del Tarot han sobrevivido a través de las eras y – a pesar de que sus orígenes exactos son debatibles – parecen haber tomado su forma moderna en el siglo catorce.



Este artículo primero abordará algunas de las "trazas mnémicas" que dejó en la historia la tradición Hermética y que fueron revividas durante el Renacimiento (ver por ej. Yates 1964, Faivre 1994, Tomberg 1993). Luego, el artículo presentará las cartas del Tarot como representaciones polisémicas de las imágenes de la memoria colectiva, organizadas en un sistema semiótico y constitutivas de un "texto" pictórico representado en las tiradas de cartas. Como un texto, la tirada puede de hecho ser "leída" e interpretada. El artículo abordará la distribución espacio-temporal de las cartas, en términos de una representación simbólica de la fuente de la memoria que Carl G. Jung denominó inconsciente colectivo. En términos semióticos, la memoria es la capacidad de preservar y reproducir información. Al respecto, los mazos de Tarot sirven como un lexicón, y cada tirada de Tarot se convierte en un texto simbólico que tiene tanto una dimensión sincrónica como una diacrónica. El artículo concluye afirmando que los 'bits' de información – virtualmente almacenados en la profundidad diacrónica de la memoria colectiva – son reproducidos por medio de cada lectura sincrónica, re-creando así las memorias del pasado y creando simultáneamente, de nuevo, memorias del futuro. Esta acción de los signos se propone como una comunicación inteligente.

Mitos del Tarot

Parece que la única evidencia fáctica de los posibles orígenes del Tarot es una colección de diecisiete cartas, actualmente en la Bibliothèque Nationale en París, fechada en 1392 en el Libro Mayor de la Corte francesa. La colección que se ubica en la Pierpont Morgan Library en Nueva York contiene treinta y cinco cartas de un mazo completo de setenta y ocho, cuyo origen se remonta a mediados del siglo quince. Sin embargo, los Tarots pueden haber estado circulando por el mundo desde tiempos anteriores, y sólo han visto la superficie y atraído la atención en los tiempos del Renacimiento y el resurgimiento del Gnosticismo. Frances Yates nota que "el gran avance de los movimientos del Renacimiento 'deriva su vigor' de mirar hacia atrás" (Yates 1964: 1) a la Edad Dorada de las escrituras Herméticas. El dios griego de la comunicación, el mensajero Hermes, ha sido identificado con el místico dios egipcio Thoth, el cual se dice que ha "otorgado" su nombre al mazo de Tarot conocido como el Libro de Thoth.

Plotino, nacido en Egipto entre el 250 y 270 de la era Cristiana, reconstruyó una metafísica Griega antigua incorporando elementos de la tradición Hermética (ver Faivre 1994, Yates 1964) fundando así el sistema del Neoplatonismo que se desarrolló como "uno de los más raros capítulos y de una de las más raras fábulas" (Deely 2001:113) en la historia de la filosofía. Para Plotino, las memorias del alma pueden ser tanto palabras como imágenes. La tradición Hermética sobrevivió muchos siglos entrada la era Cristiana, como una forma de pensamiento que transforma las creencias en conocimiento interior, o Gnosis. Revivida por Marsilio Ficino (1433-1499), Pico della Mirandola (1463-1494) y Giordano Bruno (1548-1600), informó al Renacimiento, manifestándose desde entonces en una pluralidad de formas incluyendo la representación pictórica de este conocimiento en los símbolos del Tarot. Ficino, quien creía en las raíces egipcias de Hermes, ha traducido el Corpus Hermeticum al Latín. Bruno llevó incluso más allá al resurgimiento egipcio: para él, la mente funciona sólamente a través de imágenes arquetípicas, las cuales de hecho reflejan el universo en la mente humana. Valentin Tomberg, en su libro "Meditaciones sobre el Tarot: un Viaje al Hermetismo Cristiano" (1993) cita referencias tan diversas como Platón y San Juan de la Cruz, el Zohar y San Pablo, Bergson y Ouspensky, Dionisio y Leibniz, Agustín y Teilhard de Chardin, como representantes del antiguo pensamiento místico Hermético. Faivre (1994) traza el devenir de la tradición esotérica occidental desde su origen en fuentes antiguas y medievales hasta la teosofía Cristiana llegando a los filósofos de la ciencia del siglo veinte – "los 'gnósticos de Princeton y Pasadena' como físicos académicos universitarios" (Faivre 1994:280) de sus respectivas escuelas – y de hecho se refiere al Tarot como una de las formas del conocimiento esotérico. Podemos concluír que en un momento en el que escribir era un arte restringido, codificar simbólicamente el conocimiento místico no sólo era más seguro sino muy posiblemente una forma de comunicación más accesible.

La hipótesis que a mí personalmente más me atrae acerca de los orígenes del Tarot en su forma actual es que puede haber sido una forma de mantener y proteger un conocimiento esotérico que era considerado una herejía a los ojos de la Iglesia medieval. Cualquier grupo divergente como los Cátaros y los místicos Judíos fueron perseguidos casi hasta el punto de su erradicación. De hecho, los Judíos que se escaparon de la Inquisición Española fueron bienvenidos en las comunidades de Cátaros. Tal como señala Guirdham (1993), el grado de tolerancia de los Cátaros era inusualmente alto en la Edad Media. En cualquier otro lugar de Europa, los Judíos se mantuvieron en guetos y así permanecieron hasta bien entrado el siglo veinte en muchos países. En Francia – especialmente en el Languedoc – no sólo fueron bien tolerados sino que incluso alcanzaron posiciones de eminencia y reconocimiento social. Guirdham (1993) sugiere que tal contexto de tolerancia proveyó un contexto fértil para la implantación de sistemas alternativos de creencias, combinando elementos del misticismo con aplicaciones prácticas. La historia parece haberse estado repitiendo a sí misma si volvemos sobre los pasos de los Judíos que se escapaban de los faraones Egipcios, tal vez llevándose con ellos conocimientos místicos que preservaron desde entonces.

Languedoc está en el sur de Francia – donde de hecho surgieron las cartas del Tarot – donde, como sostiene Gad (1994), los Cabalistas y Cátaros fundaron centros de desarrollo, habiendo sido además tradicionalmente un lugar de encuentro para los Gitanos. Se encontraron así en un mismo tiempo y lugar la escuela filosófica de los Cátaros, los Cabalistas Judíos y los adivinos Gitanos (de procedencia Egipcia; n. del t.: en inglés "Gypsies"). Puede no ser muy irracional asmir, junto con Gad (1994), que la supervivencia de creencias místicas alternativas codificadas en las representaciones pictóricas de las cartas puede haber sido salvaguardada por aparecer disfrazadas de la adivinación tradicional Gitana. Parece que existiera una fuerte correlación entre  y la Cábala y los Tarots, incluso si portan la máscara de la adivinación,. Esta conexión fue descubierta por el erudito francés Eliphas Lévi en el siglo diecinueve, y los significados per se de cada carta decodificados de manera sistemática en 1889 por el médico francés conocido como Papus. Estas correlaciones simbólicas, numéricas e interpretativas entre diferentes culturas, separadas por el tiempo y el espacio, apuntan a un hipotético orígen común, tal vez remontable al más famoso texto Hermético, la Tabla Esmeralda.


La tirada de Tarot: distribución espacio-temporal.

La ley esotérica de correspondencia, articulada en la Tabla Esmeralda (e incidentalmente parecida a la causalidad no-linear, es decir, circular, postulada por la física de hoy en día; ver por ej. Griffin 1986), es la ley sobre la cual se apoya el Tarot. En términos Herméticos, esta máxima sostiene: lo que está arriba es como lo que está abajo y lo que está abajo es como lo que está arriba, para realizar el milagro de todas las cosas. Esta ley de correspondencia aplicada al espacio – como es arriba es abajo – tiene su correlato en términos temporales: lo que fue es como lo que será, y lo que será es como lo que fue. Por esto es que durante una lectura de Tarot puede haber una sensación de estar vislumbrando el futuro, la infame adivinación. Algunas posiciones en la tirada de cartas significan la dimensión temporal. En su manifestación material, el tiempo filosófico de la coexistencia se divide en tres dimensiones que son espacialmente distribuidas dentro de una misma tirada. El futuro, así como el pasado, es el presente del tiempo filosófico. La cualidad del aquí-y-ahora en una lectura evoca el estado presente de la mente humana, que sin embargo proyecta tanto el pasado como los posibles eventos futuros en las posiciones de las cartas (Fig. 1). Las posiciones, significando el aspecto futuro del tiempo, corresponden con la síntesis específica del tiempo, así llamada memoria del futuro.

Figura 1: Posición de las Cartas de Tarot


A este respecto, las cartas pictóricas son capaces de postular lo que fue siempre ya pre-supuesto (ver Deely 2001) y lo que constituye el contenido informativo de la imagen de la carta. Durante las lecturas, cuando las cartas son dispuestas en una tirada que consta de posiciones que significan simultáneamente los tres aspectos del tiempo, la percepción humana abarca tanto al pasado como al futuro comprimiéndolos en la cualidad "presente" de una lectura. Esta cualidad paradójica de la mente inmaterial siendo materializada mediante la forma tangible de las cartas parece de acuerdo con la ciencia pre-moderna (también conocida como física Enochiana, ver Schueler 1989) que postula que la diferencia entre todos los fenómenos manifiestos es de grado y no de categoría. Se diferencian únicamente de acuerdo a su frecuencia de expresión. Entonces, el tiempo es paradójicamente a-temporal y, pertinente a su funcionamiento en una tirada de Tarot, se expresa esencialmente en su así llamado formato finamente estructurado que unifica posiciones combinando pasado, presente y futuro – como en un hipotético mapa temporal que dispone en el aquí-y-ahora la dinámica entre lo que fue antes y lo que habrá sido después.

La tradición Hermética postuló la memoria y la imaginación amalgamadas conjuntamente: como nota Faivre (1994), "una parte de la enseñanza de Hermes Trismegisto consiste en 'interiorizar' el mundo de nuestra mens (n. del t.: "mente" en latín), a partir de donde las 'artes de la memoria' fueron cultivadas" (Faivre 1994: 13). La tirada puede considerarse una representación física, material, de la Memoria postulada por Agustín. A Agustín, un pagano convertido al Cristianismo, le debemos ciertos desarrollos importantes  en semiótica, que son aún hoy sujetos a debate, en particular una distinción que él postuló entre signos naturales y convencionales, esto es, signa data y signa naturalia, que afectan la conceptualización filosófica de la intencionalidad (ver más abajo). En sus Confesiones, Agustín describe "los campos y espaciosos palacios de la memoria (campos et lata praetoria memoria), donde están los tesoros (thesauri) de innumerables imágenes" (en Yates 1966:46). La Memoria es un campo de imágenes, el paradójico campo de la psique objetiva, o lo impersonal, el inconsciente colectivo, postulado por Carl Gustav Jung, y constituído por arquetipos, que representan múltiples patrones de eventos, situaciones, y conductas típicas humanas. Jung describe a los arquetipos como las estructuras dinámicas de la psique que determinan los contenidos del inconsciente. En términos semióticos, el arquetipo es un símbolo de transformación, y los símbolos mismos actúan como transformadores capaces de elevar los contenidos inconscientes al nivel de la consciencia. Como nota Noth en su "Manual de Semiótica", los símbolos – tal como Jung los definió – son "las formas conscientes dadas a los arquetipos inconscientes a los que no tenemos acceso directo" (Noth 1995: 120). Sin embargo, pueden ser comunicados indirectamente siendo mediados via el simbolismo de las imágenes del Tarot en una tirada.

La tradición Hermética, proporcionando a la Memoria un lugar privilegiado, parece haber anticipado la teoría del inconsciente, tal como la conocemos hoy. Plotino, por ejemplo, define el alma en términos de sus, hasta ahora desconocidas, memorias: "incluso cuando uno no es consciente de que uno posee algo, uno lo agarra más fuertemente que si uno supiera" (Enéada 4.4.4. en Miles 1999: 79). El Alma, para Plotino, "es y se convierte en lo que recuerda" (Enéada 4.4.3. en Miles 1999: 79). Como signo, la profundidad misma de la psique crea una relación entre lo sensible y lo inteligible, o el puente conectivo entre lo humano y lo divino que supuestamente contiene en sí las "reminiscencias" Platónicas. La mente humana, en el Hermeticismo, es una reflexión directa de la "mens" divina equipada con todo su potencial creativo. Frances Yates (1966) describe el arte de la memoria vía su relación con la psique y afirma que es el objetivo mismo de la memoria ser capaz de unir el intelecto y la psique – dentro de la psique misma – por medio de la organización de imágenes significantes.

El arte de la memoria, como tal, va más allá del anteriormente mencionado mapa temporal y presenta también una organización espacial de la psique. James Hillman contiende: "usando los términos de hoy, podemos traducir este arte [de la memoria] como un método para presentar la organización del inconsciente colectivo" (Hillman 1972: 179), los patrones arquetipales de este último inscritos en el simbolismo de las cartas del Tarot. Carl Jung, refiriéndose a varios fenómenos que pueden parecer azarosos y sin sentido si no fuera por el significado de su sincronicidad, ha sugerido que puede ser "como si el conjunto de imágenes del Tarot fuera un descenso distante de los arquetipos de transformación" (Jung CW 9. 81). El inconsciente colectivo abarca las posibilidades futuras, y "[una imagen] interpretada a propósito, se parece a un símbolo, buscando caracterizar un objetivo definido con la ayuda del material a mano, o trazar una línea de futuro desarrollo psicológico." (Jung CW 6. 720), lo cual realiza una función prospectiva, prognóstica y por así decir futurista, alcanzando así como tales las mencionadas memorias del futuro. La cualidad de aquí-y-ahora de cada lectura invoca el propio estado mental del presente que sin embargo también puede proyectar tanto eventos posibles del pasado como del futuro de acuerdo a las posiciones de las cartas en una tirada. Un evento es definido en la física contemporánea como una posibilidad actualizada de la tendencia objetiva de este evento, o su potentia, de ocurrir. La tirada entonces presenta una organización espacio-temporal de la psique, o tanto su estructura y su dinámica, a pesar de que siempre se postule a la psique per se, bien o mal, en términos no espaciales.


Semiótica y el Tarot

Las cartas de Tarot han sido mi objeto de investigación por una década. La semiótica, como el estudio de los signos y su significación, describe la "cartomancia (incluída la taromancia) 'como una rama de la adivinación basada en el sentido simbólico ligado a cada carta individual de Tarot o mazos modernos, interpretadas de acuerdo al asunto o propósito de una lectura y modificada por su posición en relación a cada una de las otras desde ubicaciones específicas en una 'tirada' con un diseño formal.'" (Sebeok 1994, vol.1: 99-100). La comunicación, en su relación con la semiótica, no está confinada a signos verbales como en los estudios lingüísticos, sino que incluye modos extra-lingüísticos y no-verbales. La semiótica considera a las imágenes, así como a las historias constituídas por ellas, como pertenecientes a la categoría de los signos. No sólo "las imágenes tienen una estructura contínua [sino] que [ésta] induce al lector a leer la imagen como si fuera un texto escrito" (Posner 1989: 276). Las imágenes del Tarot, como símbolos y signos, establecen la estructura sintáctica de la tirada en la forma de un "texto" pictórico. Son propositivas y significativas semánticamente y son polisémicas, esto es, sus significados cambian dinámicamente dependiendo del contexto en el que están situadas. El corolario es que, siendo un texto que comunica mensajes, la tirada de Tarot puede ser leída e interpretada, teniendo así un potencial efecto transformador en el sujeto de una tirada individual que funciona como una sesión de consultoría. Mi investigación anterior en ciencias de la conducta (Semetsky 1994) ha presentado algunos hallazgos empíricos de que el Tarot es un método poderoso y empoderador que puede ser efectivo en la clínica psicoterapéutica, consultoría vocacional, o terapia de pareja. En la interpretación de los significados de las cartas en 15 sesiones de lectura de este estudio piloto, cuando una y la misma carta se sitúa en diferentes contextos adquiere diferentes connotaciones, sirviendo como ilustración del concepto de polisemia.

La Tirada (Fig. 1), usada como un ejemplo de la típica lectura, presenta diez posiciones que significan connotaciones específicas descritas más abajo, pero que no se agotan en ellas. Sus significados son sólo parcialmente arbitrarios: en el contexto clínico de mi estudio piloto (Semetsky 1994) he asignado correlaciones terapéuticas específicas para significados tradicionales relativamente estables denotados en la tirada. Como señaa Giraud en "Semiología", la significación es sólo relativamente codificada: "la codificación 'es un proceso: la utilización hace al signo más preciso y extiende su convención.' Dependiendo de cada caso particular, los signos son más o menos motivados" (Guiraud 1975 [1971]: 25). Provisto que un código semiótico sirve como "la correlación o correspondencia entre repertorios simbólicos o signos y sus significados" (Noth 1995: 205), cada posición puede ser considerada, brevemente, como "codificando" lo siguiente:

Posición 1. El problema presentado por el sujeto, o un área de preocupación particular para el sujeto de la lectura.
Posición 2. La influencia, como impulsos, sentimientos, rasgos, o patrones de conducta (no necesariamente del sujeto mismo), o algún otro signo que puede fortalecer o debilitar el problema que preocupa al sujeto, indicado en la posición 1. Con frecuencia esta posición significa los obstáculos, incluso aún no percibidos.
Posición 3. Algunos factores inconscientes del pasado que contribuyeron a la situación presente. Las "raíces" del asunto en cuestión que están profundamente ancladas en el inconsciente y con frecuencia pueden aparecer en los sueños del sujeto.
Posición 4. Un momento significativo en la historia del sujeto que todavía afecta a la situación y cuyas implicaciones son tan fuertes que pueden ponerse de manifiesto en las dinámicas futuras del sujeto. Incluso si el sujeto no le prestó particular atención y casi lo "olvidó", tal memoria aparece en la tirada si es significativa.
Posición 5. Un futuro potencial o en gestación. Tal vez algunas motivaciones, incluso aún por fuera de la intención consciente del sujeto, que han contribuído a este desarrollo y muestran su presencia, incluso si sólo como una traza de la "memoria del futuro".
Posición 6. El desarrollo progresivo de la situación en su despliegue en el futuro inmediato.
Posición 7. En esta posición aparece el actual estado mental del sujeto, abarcando pensamientos acompañados de sentimientos. Las propias percepciones del sujeto que pueden ser algo abrumadoras para él/ella, incluso obsesivas.
Posición 8. El entorno inmediato del sujeto, esto es, su hogar o sistema de apoyo, familia, amigos, parejas, familiares, asociados, en síntesis, representa a los otros significativos para el sujeto en relación al problema que presenta.
Posición 9. Aquí se muestran las esperanzas y deseos, aspiraciones e ideales del sujeto. Frecuentemente están acompañadas de miedos o ansiedades.
Posición 10. Un desenlace posible de la dinámica actual que contiene todos los factores que contribuyen y estorban, representados por las cartas que han ocupado cada posición.

Podemos ver que algunas posiciones de la tirada parecen corresponderse con lo que en filosofía de la mente contemporánea son llamadas actitudes proposicionales, que de hecho acompasan categorías semánticas comunes tales como creencias, miedos, deseos y esperanzas. Con el total de 78 cartas de un mazo, el número de combinaciones y permutaciones posibles de las cartas que "caen" en cada posición es enorme y tendiente al infinito si el tipo de tirada es más complejo, reflejando así la riqueza y pluralidad de las diversas experiencias humanas. Para Jung, hay tantos patrones arquetípicos como situaciones típicas en la vida. Las cartas sirven como significantes para las posiciones mencionadas anteriormente y son interpretadas de manera diferente dependiendo en dónde exactamente se ubican en la tirada, esto es, en el contexto de qué posición particular esta o aquella carta está siendo "leída".

La cualidad triádica habilitada por la mediación hace al sistema del Tarot un signo genuino, un correlato Peirceano de la tríada representamen-interpretante-objeto. Noth presenta una sinópsis del signo triádico trazando sus definiciones y diferente terminología de Platón, a los Estoicos, a Peirce, a Ogden y Richards (Noth 1995: 90-91) y nota que para construír un triángulo semiótico (Fig. 2) conectando, en términos generales, signo-vehículo, sentido y referente, debe estar presente el camino de la mediación, representado por una línea de puntos entre un signo-vehículo y un referente.



Figura 2: signo, (1) signo-vehículo, (2) sentido, (3) referente


La lectura, como medio de la comunicación indirecta, "llena" tal línea de puntos, cuando una carta cae luego de una carta, hasta que forman una disposición en un proceso semiótico de crear estructuras significativas de la experiencia via signos icónicos: "el sentido es el mediador del referente" (Noth 1995: 89). Una frase pictórica, otra, y otra, se despliegan en una narrativa – el mito de un viaje arquetípico (Semetsky 1994). ¿Cuál es el contenido informacional embebido en los veintidos así llamados Arcanos Mayores? La primera carta, numerada cero, es llamada el Loco, representado por un jóven que significa inocencia, una mente abierta y la posibilidad de múltiples elecciones vitales. Allí es donde el viaje comienza.

Este es un viaje experiencial comprendiendo lecciones simbólicas que el alma debe aprender en la escuela de la vida durante el proceso de lo que Jung llamó la Individuación del Sí Mismo. El Loco puede de hecho convertirse en un Mago, Arcano número 1, un símbolo de la sabiduría práctica y el logro exitoso de metas. Los signos son dinámicos: crecen y se convierten en otros signos. Cada carta subsecuente representa una evolución en la consciencia huana como una función de la experiencia en un mundo de fenómenos. La Suma Sacerdotisa, Arcano número dos, es un símbolo de la intuición femenina y la vida espiritual. La Emperatriz y el Emperador (cartas tres y cuatro respectivamente), son, en términos Junguianos, arquetipos del anima y animus, esto es, dos subpersonalidades que se pueden manifestar en la vida real como formas de percepción y acción que son representadas por figuras de sexo opuesto en cada psique individual. El quinto Arcano Mayor, el Sumo Sacerdote, es el arquetipo Junguiano de la Persona, esto es, las convenciones sociales, los sistemas ortodoxos de creencias y las políticas conservadoras. Y así el viaje continúa, y el Loco está aprendiendo sus lecciones morales, algunas de las cuales son expresadas en virtudes tales como el coraje (carta número 8) o la templanza (carta número 14) hasta que paradójicamente el sabio Loco se convierte en un niño de vuelta. Esta vez es el Niño Divino calentándose bajo los rayos del Sol, carta número 19, y listo para "renacer" simbólicamente, en el aspecto del Juicio, Arcano número 20.

La carta final, numerada 21, es llamada el Mundo o el Universo en algunos mazos, y representa el arquetipo Junguiano del Sí Mismo individuado. La culminación del viaje enseñó al Loco la lección de aceptar la responsabilidad en el mundo y para el mundo. La forma circular en la imagen del Mundo representa un continuum, esto es, la interminable búsqueda de sentido en las circunstancias cambiantes de la experiencia. Las demás cincuenta y seis cartas menores comprenden cuatro palos numerados del As al 10 e incluyendo las cuatro así llamadas cartas de la corte en cada palo. El simbolismo de los cuatro palos está relacionado con las cuatro funciones Junguianas. El crecimiento numérico del As al 10 representa la maestría progresiva de una situación problemática, incluso cuando se encuentra una derrota temporaria que puede ser connotada por algunas de las cartas numeradas. La dinámica nunca termina: las cartas nos cuentan múltiples historias acerca de sentirse feliz o sentirse triste; haciendo planes o rompiendo promesas; ganando o perdiendo; experimentando dificultades financieras o plantando las bases para un matrimonio; enamorándose o saliendo de una relación abusiva; comenzando una nueva aventura o experimentando la ansiedad de la separación. La siempre expansiva y variada multitud de situaciones experienciales y eventos puede siempre presentar nuevos desafíos: la historia del viaje del Loco es verdaderamente una semiósis ilimitada.


Información, Comunicación y la Emergencia del Sentido

En el nivel de la producción de signos, codificados en la historia pictórica, la información está siendo transmitida verticalmente debido a una comunicación de tipo resonante siguiendo el principio mencionado anteriormente de "como es arriba es abajo". Pero esta fórmula hermética no es estrictamente mimética: la mímesis se vuelve semiosis debido a la relación triádica de los signos. Noth (1995) apunta que diferentes modelos de signos, aunque retengan una triadicidad, sí sugieren diferentes interpretaciones del relato: "el orden del relato en el proceso de la mediación triádica ha sito interpretado de una forma diferente" (Noth 1995: 89), lo que significa que la secuencia de la "línea de puntos" puede cambiar siempre y cuando "cierre" el triángulo. En otras palabras, la serie 1-2-3 de la Fig. 2 y su respectivo retorno de 3 a 1 es siempre una tríada genuina, pero los correlatos de la tríada varían. El Tarot ejecuta verdaderamente una doble función: tanto desde el punto de vista de la semiosis en la naturaleza, o la producción de signos, como desde el punto de vista del interpretante en el aquí y ahora de la lectura. Entonces sí los significados se despliegan horizontalmente frente a nuestros ojos, siguiendo la organización espacio-temporal de acuerdo con el tipo de tirada que se parece a una sintaxis cinemática, que puede estar definida por imágenes organizadas en una secuencia de tomas. Los significados motivados en cada una de las posiciones, como fueron listadas más arriba, pueden entonces ser considerados signa data. En tanto las cartas per se, o mejor sus referentes o los arquetipos denotados por las imágenes de las cartas, son universales por definición, entonces signa naturalia.

Sobreviene sin embargo la siguiente pregunta – y aquí quisiera reencuadrar la anteriormente mencionada clasificación de los signos de Agustín –: si los signos naturales son no-intencionales y al significar algo más allá de nosotros mismos nos hacen conscientes de esa categoría como el tan citado humo que significa al fuego; y si las emociones no vistas detrás de una expresión facial son incluídas en la clase de los signos naturales; y si las mismas emociones no vistas son codificadas en la imagen icónica de una carta en particular – porque representan un patrón arquetípico denotando, por ejemplo, fuerza (carta número 8), esperanza (la Estrella, carta número 17), o fobia (el Diablo, carta número 15), o el dolor inexpresable (la Torre, carta número 16) – entonces arribamos a la paradoja y tenemos que uestionar de nuevo si la categoría de los signos naturales presupone intencionalidad y/o involucra la idea de intención. A este respecto las imagenes del Tarot no sólo representan estados intencionales, sino que también pertenecen a la categoría de signos utilizados con intención comuncativa – no los clásicos signos naturales no-intencionales, sino los signos naturales que son comunicados con una suerte de intención inconsciente. Si es así, la gran división entre lo sensible y lo inteligible, entre Logos y Mythos, es en realidad discutible. Esta relatividad correlaciona con la antigua cosmovisión Hermética que postula todos los fenómenos manifiestos como basados en el principio de homología, esto es, siendo la diferencia entre cualquiera de ellos únicamente de grado en su desarrollo evolutivo en el espacio-tiempo. En realidad, la mente bien puede encarnarse en la materia – como en el caso de las lecturas de Tarot. La tirada per se, se convierte en un vínculo material en una cadena significante de un orden simbólico mayor. Y seguramente, porque representa una instancia de despliegue diacrónico, ex memoria, de esta cadena significante, siendo esta instancia sino una porción sincrónica representada por una tirada concreta, emerge en este plegamiento discursivo el sentido. Cuando el pasado, presente y posible futuro se combinan juntos no sólo observamos sino participamos conscientemente en un instante de nuestra propia evolución – evolución del conocimiento, evolución de la consciencia.

Las complejas relaciones entre las cartas en cada posición pueden ser inferidas del significado de cada una. La disposición estática de cada lectura en particular puede ser considerada un sistema cerrado dentro de un sistema abierto más amplio. Este sistema cerrado, en términos semiológicos, representa una red sincrónica de relaciones paradigmátias, pero la emergencia del sentido – es decir, la interpretación completa – sólo es posible debido a la red sintagmática de los significados y la existencia de la cadena temporal. En su forma material, la tirada de Tarot puede ser considerada una proyección de lo que un semiólogo ruso de la escuela de Tartu, Yuri Lotman, llamó semiósfera (Lotman 1990), esto es, una analogía simbólica al concepto de biósfera en la vida orgánica. El campo universal de los fenómenos de comunicación concebido por los neo-semiólogos rusos es parte de una tipología de las culturas requeridas para la identificación de sistemas específicos que representan sus "lenguajes". Y un campo universal de los fenómenos de comunicación en la naturaleza necesita identificar su propio sistema, que representaría el "lenguaje" que habla, aunque en un modo no-lingüístico. Lotman vio a la cultura como un conjunto de textos generados por ciertas reglas aún desconocidas, y una memoria colectiva no-hereditaria. En cuanto a la naturaleza, su regla generativa es el principio de la auto-organización que, de acuerdo a la biología evolutiva, la física y la química modernas, es capaz de manifestarse en el nivel físico; y su memoria colectiva en el nivel de la psique está siendo expresado vía el simbolismo del Tarot. El Tarot entonces funciona en la capacidad de un meta-lenguaje por medio del cual la memoria colectiva no-hereditaria, aunque auto-organizada, nos habla, y como tal, en sentido metafórico, da luz a un nuevo "texto" después de cada "conversación".

El texto que está siendo leído debe ser primero escrito – metafóricamente, por supuesto. Entonces la emergencia de un patrón particular en una tirada representa primero el proceso de "escritura". Un campo invisible adquiere visibilidad y legibilidad, y a este respecto el texto pictórico de una tirada es el resultado de ordenar los signos de acuerdo con una gramática aparentemente generativa, activa y auto-organizante. El "escritor" – el sujeto de la lectura – habla por medio de proyectar el contenido del "texto" como aspectos de su historia sociocultural y sus memorias psicológicas, apareciendo en el aspecto de cartas pictóricas. Simultáneamente, al sujeto se le habla siéndole informado el significado de este contenido durante una lectura. En el proceso de una lectura el sujeto, similarmente a una sutura cinemática, "se inserta a sí mismo en el registro simbólico en el aspecto de un significante, y al hacerlo gana sentido a expensas de ser" (Silverman 1984: 200), pero – y esta es la diferencia crucial – con el propósito de devenir. La idea misma de un cambio psicológico o transformación debido al descubrimiento de sentidos se basa en el principio de crear un nuevo nivel de orden, no manteniendo el existente. De hecho, el nuevo nivel no sería posible sin el futuro actuando sobre el presente, siendo atraído hacia el presente por fuerzas arquetipales contenidas en la Memoria. En un cuadro más amplio, el texto escrito, aunque expresado no en palabras sino en imágenes, es en sí mismo un sistema interpretativo, dentro del cual adquiere estatus de texto cuando su escritor – el sujeto de la lectura – lo percibe como tal. Y en un sentido muy mínimo, un lector es un "intérprete" bilingüe, cuya función es traducir los "sonidos" no-verbales del lenguaje del inconsciente en palabra hablada. Volvámonos de nuevo sobre Agustín (en Clarke 1990: 26-27):

"Quienquiera, entonces, sea capaz de entender una palabra, no sólo antes de que sea pronunciada en sonido, sino incluso antes de que las imágenes de sus sonidos sean consideradas en el pensamiento – "es capaz ahora de ver a través de este cristal y en este enigma algún parecido de esa Palabra de la cual es dicha, "En el principio fue la Palabra". Porque por necesidad, nace del conocimiento mismo que la memoria retiene, una palabra que en su conjunto es del mismo tipo que ese conocimiento del cual nace. Y entonces nace la verdadera palabra. Quién no viera cuán grande es la diferencia entre ella y la Palabra de Dios, y simplemente iguale a Él por quien es, y con quien es maravillosamente co-eterna."


Conclusión

La transformación en la Palabra, esto es, la acción de los signos desde el punto de vista de la producción de signos, es entonces una actividad inteligente, o más precisamente, noética. Más aún, como apunta Faivre (1994) en referencia a la tradición esotérica, la realidad de la inteligencia es afirmada: "La inteligencia es una entidad o una interacción universal de la misma naturaleza que la electricidad o la gravedad y debe haber alguna fórmula de transformación, análogamente con la famosa ecuación de Einstein... en la cual la inteligencia sería puesta en ecuación con otras entidades del mundo físico. Si la inteligencia es una propiedad universal de la materia, el universo entonces representa una aterrorizante cantidad de potencial mental, y el anima mundi debe existir" (Firsoff 1963 en Faivre 1994: 281-282; ver también Semetsky 1998). Y un ser existente tiene que tener su lenguaje de expresión: el arquetipo definitivo de Jung, el anima mundi o el alma del mundo, parece expresarse a sí mismo por medio de una comunicación semiótica, en el formato de los signos y símbolos del Tarot. Podemos aquí usar el término inteligencia porque es comprendido en el sentido semiótico de acuerdo con la definición dada por Lotman (1990). La estructura dinámica de la inteligencia, de acuerdo con Lotman, es determinada por tres funciones: la transmisión de información textual, la creación de nueva información, y la memoria como capacidad de preservar y reproducir información. La tirada de Tarot es entonces un texto transmitiendo información disponible, que está siendo preservada o virtualmente almacenada en las profundidades diacrónicas del inconsciente colectivo, la Memoria. Durante las lecturas este texto es reproducido con el propósito de re-crear esta información, para revivir en el momento presente las memorias del pasado y las memorias del futuro, ambas co-existentes en el presente. La información, aunque conservada, está siendo re-distribuída y contribuye en este respecto a la aparición de un nuevo "capítulo" en el texto de la vida como siendo escrito de nuevo por el sujeto de su lectura. La información se despierta o se vuelve activa (ver Bohm 1980) y capaz de efectuar transformaciones en el mundo material, el mundo de la acción, habitado por nosotros, seres humanos. Desde nuestra perspectiva humana y subjetiva, este medio de crear este texto en su novedad, como si de nuevo, para hablar la Palabra, que está entonces verdaderamente naciendo. La Palabra entonces tiene un potencial de convertirse recursivamente en una Cosa de nuevo en la apariencia de un nuevo objeto, nuevo conocimiento. El mazo de Tarot, entonces, puede ser considerado un lexicón simbólico utilizado por la inteligencia universal, la mente del Universo, o el Nous de los antiguos – la sabiduría Hermética del mundo, de acuerdo a la cual los poderes divinos del intelecto humano son implícitos en la "mens humana" (Yates 1966: 147). Como este artículo intentó demostrar, esta inteligencia noética, que abarca memorias tanto del pasado como del futuro, es accesible a la razón humana mediante las lecturas de Tarot.




Referencias

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