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Astrología: ¿Ciencia, Religión, Filosofía?



(Recorte y adaptación del capítulo 6 'Matriz Astral y Razón Matricial' de "Astrología: El Manifiesto", Patrice Guinard; tesis doctoral en Filosofía de la Universidad de la Sorbona, París, 1993; traducción al español por Ángeles Rocamora en 2003)

¿Qué ocurre con la naturaleza de la astrología? ¿Es una ciencia, es una religión, es una filosofía? No es una ciencia, ya que no está sometida al principio de verificación; sus modelos no son “falsificables” en el sentido popperiano. No es una religión, ya que no sostiene ningún dogma revelado, ni creencia particular, ni requiere clero ni templo ni ritual. No es una filosofía, ya que relativiza el valor de una racionalidad donde el criterio último de certitud es la evidencia.

Pero, es a la vez un cierto tipo de ciencia, de religión y de filosofía; es decir, una concepción de lo real, que requiere técnicas de localización que toman de la astronomía, y que supone la convicción de la resonancia y de la repercusión de los ritmos del entorno geo-solar sobre el psiquismo. Es una forma específica de racionalidad admitiendo como condición previa la diferenciación estructural de una matriz arquetípica. No depende de la razón experimental, ni de la fe, ni de la razón discursiva, sino de la razón matricial.

El estatus epistemológico de la astrología ha variado según la óptica de sus oponentes, porque ha sido percibida, a nivel del conocimiento, como una rival de la filosofía, del cristianismo y de la ciencia, por lo que ha sido combatida por el escepticismo griego en el seno de una crítica general del conocimiento y de la ciencia; por los Padres de la Iglesia que la abominan junto con la filosofía y el paganismo politeísta; y por el racionalismo moderno, uniendo a la astrología al terreno de lo irracional y la superstición. La condena sin proceso de la astrología se reproduce naturalmente y conjuntamente a la decadencia de la metafísica y de la espiritualidad, bajo las “luces” racionalistas, por el oscurantismo positivista, y en la monotonía del pensamiento único del siglo XX. Así, durante cuatro siglos, la percepción de la astrología  cambia de estatus a medida de las transformaciones del consenso y de los imperativos ideológicos: no ya error, sino ilusión en el siglo XVIII, idiotez en el XIX y absurdidad en el XX.

El juicio matricial difiere del juicio sintético de Kant por su exigencia de reparto, según el número y según datos calculados, y por su objetivación de lo real en el que se produce el orden inmanente, incluso si este orden atañe a la estructuración del psiquismo humano. No es “racional”, sino “meta-racional”, es decir que supone no una adecuación entre los conceptos y los objetos de la experiencia sensible, sino una coherencia, expresada en términos simbólicos, de la experiencia interior-exterior de lo real.

La ecualidad [equidad+cualidad] del juicio matricial, es decir, el modo de objetividad de la distribución cualitativa, difiere del modo de objetivación científico: el enfoque experimental descompone lo real y reúne los fenómenos según criterios cuantitativos; el enfoque matricial los distribuye según criterios cualitativos. John West y Jan Toonder, en “The Case for Astrology”, apuntan que sólo aquellos “que no han construido una catedral, ejecutado una danza derviche, o meditado solamente media hora, niegan la posibilidad de tal eficacia cualitativa”. Las distribuciones no provienen de una reflexión de tipo filosófico sobre ideas, ni de una experiencia de tipo científico sobre objetos definidos en los que se observan las variaciones, sino directamente del espíritu. Éstas aparecen en la conciencia a consecuencia de la inervación contínua y de la estructuración del psiquismo por las impresiones astrales.

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